DIAGNÓSTICO Y ORIENTACIÓN PSICOPEDAGÓGICA
Grupo “Clave de Fa”: Cristina Cuesta Jiménez
Práctica: Las “Etiquetas”
Las etiquetas
deben evitarse porque suponen calificar al niño y no su comportamiento. Es demasiado
frecuente etiquetar a los niños y niñas con frases como: “Este niño es
imposible”, “Es timidísimo”, “No hay quien pueda con él”, etc. Por desgracia,
el niño al que se le pone una etiqueta hará lo imposible por responder al papel
que se le ha asignado y actuará en consecuencia.
Por ejemplo,
si un niño o niña se niega repetidamente a recoger su habitación, se le puede
pedir de dos maneras:
- “Nunca me haces caso, eres un/a desobediente”
- “Recoge tu habitación, ya te lo he dicho dos veces y me estoy enfadando”.
En el
primer caso, no se le dice qué tiene que hacer; simplemente se hace una
afirmación que confirma una etiqueta. Lo más probable es que el o la niño/a
siga sin hacer caso mientras no le digan qué se espera de él o de ella. Todo lo
que sabe es que así tiene la atención de su entorno.
En el
segundo caso se especifica la conducta que se espera del sujeto en cuestión y
se le explican las consecuencias que su comportamiento provoca en su entorno. Lo
más probable es que el o la niño/a recoja, puesto que se le dice qué aspecto de
comportamiento tiene que cambiar sin acudir a adjetivos calificativos.
Una vez
descrita con precisión la conducta que debe llevar a cabo habrá que:
- Establecer el cómo y el cuándo.
- Trazar un plan de modificación de conductas concretas.
Suele ocurrir
que un niño o niña al que se define como malo acaba haciendo lo imposible para
mantener el papel que se le adjudica, puesto que hacer las cosas de la manera
adecuada no le reporta ningún beneficio, mientras que mantener comportamientos
inadecuados conduce a que los adultos le presten atención. Es como si al oír frases
del tipo: “Eres un desobediente, no puedo ir a ningún lado contigo porque te
portas fatal”, aprendiese que tiene que responder a las expectativas de los demás
para que se le haga caso, ya que sus comportamientos adecuados pasan inadvertidos.
Estos niños/as alardean de ser los peores de sus casas cuando se les pide que
se definan, y suelen mantener los mismos comportamientos en otros ámbitos, como
el colegio.
Es fundamental
describir los comportamientos del niño/a, nunca calificarle como persona. Un truco
para evitar las etiquetas es sustituir “eres” por “has hecho”.
Algunas
etiquetas desafortunadas son:
- “Sólo sabes meter la pata, no das ni una”.
- “Eres inmanejable, no hay quien pueda contigo”.
- “Todo te sale mal”.
- “No puedo más, no hay quien te aguante”.
- Hijo mío, ¿no te puedes portar bien?
- “¡Cómo se nota que no te conocer!; si te vieran a todas horas…”.
- “No se puede ser peor”.
Muchos
padres y adultos tienden a etiquetar a los niños pensando que esto no les
perjudica o que, incluso llamándoles, “pesado”, “lento”, “tonto”, “despistado”,
“malo”, “tímido” … podrán mejorar comportamientos que a los adultos nos les
parecen correctas, pero la realidad que con estas etiquetas sólo se consigue
que los pequeños crean que realmente son así y que su autoestima se vea
gravemente perjudicada.
Muchos
adultos etiquetan a los niños porque se sienten incómodos con el comportamiento
o actitudes de los pequeños.
Pero
hay que tener cuidado con lo que se dice a un niño, porque ellos se convertirán en lo que se dice
que son. Si quieres que tu hijo sea brillante deberás decirle que lo es,
en cambio si quieres que no se comporte de mala manera, pero le dices: “eres un
niño malo”, ¿qué crees que puede estar entendiendo?
Las
etiquetas no surgen siempre pero cuando se etiquetan en función del
comportamiento de los niños o de los comentarios de los demás, ellos pueden
pensar que son así realmente.
Los
adultos deben tener mucho cuidado con las etiquetas que dicen a los niños
porque pueden condicionarles su carácter y personalidad y que ellos mismos se
sientan incapaces en algo sólo por lo que los demás le han hecho creer que son.
Cuando
se etiquetan a los niños estás reduciendo toda su persona a una o dos palabras
y por esto nunca serán una buena opción. Las etiquetas tienen consecuencias y
peligros:
- Ponen en relieve las características negativas de un niño y el niño se cree que es así realmente.
- Las etiquetas no ayudan a que los niños cambien y crezcan. Si un niño es etiquetado como “el payaso de la clase” o “el mejor atleta” siempre sentirá que es así.
- Las etiquetas no ayudan a solucionar los problemas que puedan haber.
- Una etiqueta puede estar equivocada y ser cruel.
- Una etiqueta no tiene en cuenta las cosas que son realmente importantes. Por ejemplo, si un niño suspende se dice que es “vago”, “tonto”, “poco inteligente” … pero no se tiene en cuenta la motivación, la determinación, la capacidad en otras áreas, el interés individual de cada niño, etc.
Las
etiquetas son muy poderosas y los niños responden a las expectativas que los
adultos depositan en ellos. Si los adultos esperan que lo hagan bien y se
confía en ellos, lo hacen. Si no se confía en los niños y no esperan realmente
que lo hagan bien, no lo hacen. Es necesario que los adultos sean cautelosos
con el uso de las etiquetas, hay que usarlas con moderación, conocimiento…
porque si no las consecuencias pueden ser muy perjudiciales para los niños y
niñas.
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