DIAGNÓSTICO Y ORIENTACIÓN PSICOPEDAGÓGICA
Grupo “Clave de Fa”: Cristina Cuesta Jiménez
Reflexión Individual: “Premios y
Castigos”
Los comportamientos se repiten o no
en función de las consecuencias que les siguen. Las consecuencias son mucho más que
premios o castigos.
En términos generales, se trata de reforzar las
conductas que queremos que se repitan y no atender aquellas que pretendemos
suprimir o disminuir. Esto se puede hacer de varias formas: mediante sistemas
de puntos, elogios y alabanzas, castigos eficaces, retiradas del niño de
situaciones agradables, etc.
Existen muchas técnicas que aplicadas de forma
sistemática y global consiguen que el pequeño aprenda nuevos comportamientos
que sustituyan los inadecuados, de manera que éstos disminuyan o desaparezcan.
Un niño no hace sabiendo qué puede hacer y qué no, qué
acción es la acertada en casa situación o que repercusiones tiene su
comportamiento en los demás. Son los padres los encargados de que lo aprenda,
haciéndole ver las consecuencias que siguen a su conducta; de este modo
asimilará un esquema estable de comportamientos. Asimismo, los padres
descubrirán la fuerza que tiene la atención que prestan a su hijo a la hora de
modificar su conducta.
Hay que recordar que las consecuencias de las
conductas son fundamentales para que aparezcan capacidades como el autocontrol,
la tolerancia a la frustración o la demora del deseo. Todas ellas, son
capacidades necesarias para que el niño aprenda a canalizar la ansiedad o la
agresividad.
¿Qué
son los premios y castigos?
Llamamos premios y castigos a las consecuencias que
siguen a los comportamientos y que determinan que se vuelve a hacer lo mismo en
una situación parecida o, por el contrario, que se deje de hacer.
Los padres, dedican mucho tiempo a tratar de aumentar
o disminuir ciertos comportamientos de sus hijos: recoger los juguetes, no
pegar a otros niños, comer o dejar de llorar cuando quieren algo … La clave
para conseguirlo está en las consecuencias que el niño obtiene. Un simple beso
tras recoger los juguetes es un premio, un reforzador que aumenta las
probabilidades de que vuelva a recogerlos al día siguiente. Si no los recoge,
quizá haya que aplicar un castigo, es decir, que las experiencias que siga a su
resistencia sea negativa para él.
Premiar
y castigar
El binomio premio – castigo está presente en muchas
circunstancias de la vida de forma espontánea.
La dificultad para enseñar a los niños radica, en el
uso que se hace de los premios y castigos.
Antes de empezar hay que tener en cuenta tres
aspectos:
- Es imprescindible aplicar todas las técnicas en conjunto para que funcionen.
- Un premio es algo que resulta gratificante para quien lo recibe.
- Un castigo sólo puede considerarse como tal cuando quien lo sufre lo vive como algo negativo.
Uno de los errores más frecuentes cuando se aplica un
castigo es dar por supuesto que las consecuencias son desagradables para el
niño.
Es importante, observar qué considera el niño un
premio y qué le parece desagradable; incluso se puede hacer una lista con lo
que le gusta y le disgusta para identificar los premios y castigos más
eficaces.
Una vez terminada la lista de cosas que gustan y
disgustan al niño, se puede establecer un sistema de consecuencias: lo que le
gusta será consecuencia de los comportamientos positivos, y lo que no le gusta
de los negativos. Este sistema, aplicado con constancia, modificará sus
comportamientos.
El
comportamiento humano
Si lo que se pretende es modificar la conducta del
niño, hay que empezar definiendo las áreas que componen el comportamiento
humano: fisiológica (sentimiento), cognitiva (pensamiento) y motora (acción).
Todas ellas son respuestas ante una situación, una persona o un objeto con los
que establecemos algún tipo de relación.
Las tres áreas están relacionadas entre sí, de manera
que cualquier modificación que se lleve a cabo en una de ellas influirá en las
otras.
Casi todos los sentimientos, pensamientos y
comportamientos son aprendidos, lo que significa que es posible aprender otros
nuevos y más adecuados. En el caso de los niños, debemos centrarnos en
modificar la respuesta motora, porque el manejo que hagamos de sus
consecuencias inmediatas hará que se produzcan cambios, no sólo en lo que
hacen, sino también en lo que sienten y piensan.
A través de la experiencia, el niño aprende a actuar
de determinada manera y a repetir sus actuaciones en situaciones parecidas
hasta incluirlas en su repertorio de conductas.
Aprender comportamientos adecuados y manifestarlos de
modo habitual sirve para solucionar problemas y adaptarse al medio. El objetivo,
es tener pensamientos positivos que generen emociones también positivas para
actuar de la forma más adecuada.
El control
de la conducta
Lo que se haga ante las respuestas del niño irá
generándole su propio esquema estable de comportamiento.
Las conductas del niño, deben ser guiadas con normas y
limites, y reguladas mediante consecuencias hasta que él adquiera capacidades
de autocontrol.
Este proceso no se puede llevar a cabo si el pequeño no
experimenta las consecuencias de su comportamiento y no entiende las reacciones
que su conducta provoca en los demás. De esta manera aprenderá que las cosas no
siempre son como uno quiere, es decir, desarrollará la capacidad de la
tolerancia a la frustración. Dicha capacidad es el mejor aprendizaje que
adquiere para controlar no sólo su comportamiento en general, sino también la
ansiedad y, muy particularmente, la agresividad.
Los niños no vienen al mundo con un instinto
disciplinario innato. Para entender cómo deben actuar necesitan aprender lo que
pueden hacer y lo que no, y son los adultos quien deben enseñárselo. La manera
más eficaz, es mostrarles las consecuencias de cada conducta. Y el secreto está
en la constancia.
El
porqué de las consecuencias
- Si no experimentamos las consecuencias de nuestras acciones, nos convertimos en opresores, presuponiendo que los demás deben estar a nuestra disposición cuando lo deseemos.
- Que un niño repita o no un comportamiento depende de que experimente sus consecuencias. Hay que enseñarle a tolerarlas, planteándole situaciones en las que no siempre consiga lo que quiere.
- Un pequeño que no obtiene siempre lo que desea desarrollará una tolerancia a la frustración que, de mayor, le será de mucha utilidad, ya que así sabrá cómo enfrentarse a las situaciones en que las cosas no salen como se plantean.
- El niño necesita que los padres le enseñen lo que debe y no debe hacer, ya que no nace sabiéndolo.
- Es preciso generar en casa un sistema de premios y castigos que muestre a nuestro hijo las consecuencias de cada conducta, y aplicarlo con constancia.
Criterios
para elegir los premios y castigos
A la hora de decidir qué consecuencias aplicar hay que
tener en cuenta tres criterios:
- Los premios y castigos han de ser proporcionales a las conductas. Castigar a un niño de tres años a no ir al parque en una semana porque ha pegado a otro niño parece un tanto desproporcionado. El pequeño no recordará al segundo día por qué está castigado y el castigo no tendrá efecto de la conducta que se desea modificar.
- Lo que para un niño supone un refuerzo a su actitud, para otro puede no tener connotaciones de premio.
- Hay que tener en cuenta las características propias de cada uno. Es preciso observar a cada niño/a para saber cómo utilizar los premios y castigos en función de sus capacidades, y sobre todo asegurarse de que entiende lo que se le dice.
La edad del niño marca la adquisición de capacidades.
Si conocemos las etapas de desarrollo de los niños, tendremos pistas de los que
puede representar un premio o un castigo proporcionado y justo para él.
Reflexión
final
Si los niños y niñas experimentan las consecuencias
positivas y negativas de sus actos, habrán ido incorporando todo un repertorio
de comportamientos que le ayudarán a adaptarse a las distintas situaciones que
la vida le irá deparando. Con el tiempo, desarrollará todo un abanico de
actuaciones que requieren una mayor madurez.
- La persona se hace responsable de la ejecución de su conducta y sus consecuencias.
- Adquiere capacidad para evaluar sus pensamientos, actos y sentimientos.
- Es importante, que aprenda a describir su conducta y a establecer un esquema de comportamiento que será estable y duradero.
Es fundamental, que los padres se mantengan firmes y
constantes con las consecuencias que el niño o la niña recibe por sus
comportamientos.
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