domingo, 4 de diciembre de 2016

REFLEXIÓN INDIVIDUAL: "MIEDOS Y MANÍAS"

DIAGNÓSTICO Y ORIENTACIÓN PSICOPEDAGÓGICA
Grupo “Clave de Fa”: Cristina Cuesta Jiménez


Reflexión Individual: “Miedos y manías”

Los miedos y manías en los niños son comportamientos que, en mayor o menor medida, se mantienen de adultos. Si no impliden el desarrollo de la vida cotidiana, no representan un problema. Pero dado que su origen suele estar en la infancia, es en esa etapa cuando hay que enfrentarlos para que no supongan incovenientes al alcanzar la edad adulta.

Los miedos y las manías tienen en común la ansiedad: en el caso de las manías, porque las utilizamos para carmarla, y en el de los miedos, porque la disparan.
La ansiedad se combate con relajación y pesamientos positivos dirigidos a llevar a cabo acciones eficaces.
Existen una serie de hábitos que el niño adquiere muy rápidamente porque le calman y que son muy difíciles de eliminar; estos “malos hábitos” son las manías. Éstas, cuando dañan, tienen que ser sustituidas por otras conductas que tengan el mismo efecto relajante sin consecuencias perjudiciales para el niño.

Los miedos están presentes en la evolución normal de los niños, y sólo se vencen si se enfrentan.

Hay que dotar al niño de capacidades para que aprenda a enfrentarlos. Si deja de tener miedo a algo, se sentirá capaz de superar los temores que aparezcan con posterioridad.

¿Qué son los miedos y las manías?

Los miedos

El miedo, es una reacción normal de adaptación del cuerpo que surge cuando nos enfrentamos a determinadas situaciones que suponen una amenaza para nuestro bienestar físico o psicológico.

Son reacciones de alarma frente a lo desconocido y lo peligroso, bastante frecuente en la infancia, que ayudan al niño a enfrentarse a las situaciones difíciles y amenazantes que se encontrará a lo largo de su desarrollo. Se trata de respuestas de ansiedad frente a estímulos concretos, como pueden ser la oscuridad, los perros o las tormentas. Los miedos típicos de la infancia van desapareciendo poco a poco, a medida que el pequeño madura.

Muchas veces, el miedo actúa como protector frente a peligros reales: es un mecanismo que prepara para la acción. En otras ocasiones, el peligro no es real y el niño tiene miedo; en este caso supone una fuente de sufrimientos para el pequeño y de dificultades para los padres, que no saben cómo hacer frente a la situación.

El miedo, es una emoción que tradicionalmente se asocia con la infancia. Sin embargo, se experimenta a lo largo de toda la vida, aunque las situaciones que provocan temor van cambiado con la edad. Quizá esta asociación con la infancia se deba a que son más frecuentes las reacciones de miedo porque existen numerosas situaciones nuevas a las que se enfrenta el niño a lo largo de su desarrollo. Los miedos típicos de la infancia se denominan miedos evolutivos y se presentan aproximadamente en el 50% de los niños en algún momento de su desarrollo.

En general, los miedos físicos (animales, tormentas, etc.), aparecen en la infancia, mientras que los miedos sociales (rechazo, ridículo o hablar en público) aparecen en la preadolescencia o en la adolescencia. Enfrentar el miedo es una oportunidad para aprender nuevas respuestas ante el objeto temido. Poco a poco el niño puede poner en práctica nuevas respuestas para adaptarse a las diferentes situaciones que le provocan miedo; el hecho de vencerlo aumenta su confianza para enfrentar otros temores. Existe un pequeño porcentaje de casos en los que estos miedos se vuelven desproporcionados y llegan a generar un malestar tan significativo que afecta a diversos aspectos de la vida, como pueden ser la familia, los estudios o la relación con los iguales. Es entonces cuando el miedo se convierte en fobia.

En cuanto a la distribución del miedo por sexos, son las niñas quienes más lo sufren: por cada 100 niñas que padecen miedos hay 50 niños afectados, entre las razones que explican este fenómeno está el hecho de que los chicos están más preparados físicamente para enfrentarse a diferentes situaciones y que culturalmente a las niñas se las protege más de los peligros, mientras que a los niños se les anima a mostrarse más valientes.

Reacciones de los niños ante el miedo

Las reacciones ante el miedo que tienen los niños son las mismas que puede mostrar cualquier adulto; lo que varía es la intensidad de la respuesta.
El miedo provoca una reacción de ansiedad que se manifiesta, igual que cualquier emoción, en tres niveles:
  • Nivel cognitivo. El pensamiento sobre la situación o el estímulo es decisivo para sentir miedo. Las experiencias previas, ya sean propias o ajenas, son, en cierta medida, responsables de nuestros pensamientos hacia las diferentes situaciones.
  • Nivel fisiológico. Un niño con miedo puede manifestarlo de diferentes formas físicas: temblores, sudoración, llanto, náuseas, aceleración cardíaca, sequedad de boca, tensión muscular, etc.
  • Nivel motor. El niño puede gritar, evitar la situación o el estímulo que le provoca miedo, salir corriendo o mostrarse irritado, iracundo o agresivo.

La actitud de los padres frente al miedo del niño

La actitud de las personas que le rodean es importante para evitar que se agrave el temor y desemboque en alteraciones como la fobia.

Lo recomendable es mantener siempre un diálogo de confianza con el pequeño para que pueda expresar sus miedos y ayudarle a darse cuenta de que son infundados.

A veces se utiliza el miedo como método educativo. Algunos padres creen que la única forma de conseguir que el niño obedezca es atemorizarlo.

El miedo que presente el niño no será infundado y resultará difícil que se desprenda de él, lo cual suele acarrear serios problemas.

Algunas pautas que pueden seguir los padres para ayudar al niño a superar los miedos son:
  • No ridiculizarlo.
  • Entender su miedo y ponerse en su lugar.
  • Tranquilizarlo.
  • No utilizar el miedo como pauta educativa.
  • Demostrarle con la propia actitud que realmente no pasa nada.
  • Tener paciencia.
  • No obligarle a que se enfrente a los estímulos que le provocan miedo de forma directa, porque, muchas veces, conseguiremos lo contrario: que tenga más miedo.
  • No mentirle sobre sus temores.
La actuación de los padres ante los miedos del niño puede hacer que logre superarlos o, por el contrario, que se hagan crónicos.

Las manías

Las manías, son hábitos adquiridos que tienen como objetivo reducir la ansiedad que alguna situación puede provocarnos.

Casi todos tenemos alguna manía que arrastramos desde la infancia, de manera que si los adultos contamos con “malos hábitos adquiridos”, no es raro que los niños también los tengan.

Las manías, son conductas que se repiten muy a menudo y que ayudan al niño a controlar ciertos sucesos externos, o bien le sirven para relajarse. Entre las manías más frecuentes en la infancia están: chuparse el dedo, morderse las uñas y los dedos, rascarse, dar cabezazos, balancearse, hurgarse la nariz, hacer movimientos, rítmicos y enrollarse el pelo. Estos hábitos no suelen molestar al niño, sino todo lo contrario: le producen placer. Sin embargo, si desagradan a los padres, que utilizan todos los medios disponibles para intentar suprimirlos. A veces, sin darse cuenta, pueden llegar a fomentar las manías debido a su atención e insistencia constante en que el pequeño las abandone. Evitar esta actitud es el primer paso para ponerles fin.

Cuando estos hábitos se prolongan en el tiempo, el niño puede parecer más pequeño de lo que realmente es, ya que tiene comportamientos típicos de edades inferiores.

¿Cómo enfrentar los miedos?

Para disminuir los miedos hay que seguir un método. El miedo es irracional por definición y los niños creen, además, que lo que temen es real, por lo que decirles que no es así resulta completamente inútil.

Indudablemente, los niños, cuando tienen que enfrentar sus miedos, lo pasan mal. Eso implica que la desaparición del miedo tiene que ser de manera progresiva y produce menos malestar, aunque la consecución de objetivos resulta más lenta. 

Cuando hablamos de intervenir en el miedo, debemos tener en cuenta varios aspectos:
  • El miedo no desaparece en un momento. La actuación de los padres debe ser continuada y sistemática. 
  • No hay que regañar ni ridiculizar al niño por lo que siente; ello dificultará que decida enfrentarse a su miedo. 
  • Los padres no deben mostrar excesiva preocupación ni darle demasiada importancia, porque entonces el niño podría utilizar su miedo con excusa para zafarse de situaciones que no le gustan y los adultos podrían caer en el error de permitírselo. 
  • Hay que intentar controlar las experiencias desagradables que podrían afianzar su miedo. 
  • Tenemos que premiar cualquier esfuerzo que haga el niño por vencer su miedo. 
  • No le presionaremos: si hoy no lo consigue, lo intentaremos mañana. Cada niño necesita su tiempo. 
  • La observación de la actitud de los padres por parte del pequeño puede llevarle a adoptar sus miedos; es decir, aunque no quieran, en ocasiones, ellos se los transmiten. 
  • Los modelos más válidos son sus compañeros, cuando hacen lo que a él le da miedo.
¿Cómo enfrentar las manías?

Cuando un niño tiene una manía, sus padres están muy pendientes de lo que hace para recriminárselo, cayendo en el error de pensar que con una regañina el niño dejará de hacerlo. Nada más lejos de la realidad. Señalar el comportamiento hará que se repita. El primer paso, por tanto, será evitar decirle nada que tenga que ver con el hábito a cambiar cuando el niño lo lleve a cabo.

Al contrario de lo que ocurre con otras conductas inadecuadas, ignorar estos hábitos tampoco soluciona el problema, porque el objetivo del niño no es llamar la atención del adulto, sino calmar su ansiedad.

No es eficaz ignorar la manía, como tampoco lo es mostrar reacciones excesivas cuando aparece, porque éstas le otorgarían más importancia de la que tiene y el niño descubriría la preocupación que genera su comportamiento, lo cual le serviría para repetirlo y mantener a sus progenitores.

Las reacciones excesivas, como reírse de las manías, enfadarse o criticar al niño, tienen el efecto contrario al deseado, porque aumentar la frecuencia de la conducta. La actitud paterna debe ser tranquila a la hora de corregir la manía.

¿Qué hacer ante las manías?

  • Distraer la atención del niño hablándole y proponiéndole alguna actividad que sea incompatible con el comportamiento. 
  • No señalar el comportamiento, y mucho menos en público. 
  • Acercarnos y, sin decir nada pero de forma firme, hacer un gesto que le impida seguir con la manía. 
  • Establecer con él una palabra clave le recuerde que tiene que dejar de hacerlo, como stop. 
  • Reforzar con una frase de aliento seguida de una sonrisa o una caricia cualquier comportamiento que signifique vencer la manía. 
  • Repetir estas pautas cada vez que el pequeño lleva a cabo el comportamiento que queremos evitar. 

Las manías son muy resistentes y cuesta mucho que desaparezcan. Conviene tener paciencia y no desesperarse. Hay que mantener las actitudes descritas, combinarlas o aplicarlas según el efecto que vayan teniendo en el niño. Lo importante es la constancia.

Reflexión final

Muchos de los miedos y manías que mantenemos en la actualidad tienen su origen en la infancia, aunque ahora traducidos al mundo adulto.

Enseñar a los niños y niñas a superar los miedos y vencer las manías es hacerle que confíe en sus capacidades y evitar el desarrollo de reacciones fóbicas, ansiedad generalizada, ataques de pánico o, simplemente, que salga corriendo cuando vea próxima una situación desagradable.

La evitación, como forma de afrontar situaciones que nos resultan incómodas no resuelve nada; alivia al principio, pero trae consecuencias negativas a medio y largo plazo. Si de niños aprendemos que huir es la forma de solucionar las situaciones negativas, también lo haremos de mayores. Cuando aprendemos a enfrentarnos a nuestros miedos y manías sabemos superarnos, porque vencerlos pasa por aumentar nuestro afán de superación.

Cuando no solucionamos los miedos y las manías, éstos aumentan en intensidad y nos incapacitan. Poco a poco, los miedos y manías no resueltos pueden condicionar nuestra existencia por la ansiedad que nos produce enfrentarlos.

La relajación aparece como la respuesta contraria a la ansiedad.

Hay que aprender que la ansiedad es un sentimiento que convive con nosotros y estar convencidos de que podemos controlarla y de que tenemos capacidades para hacerlo.

Superar con éxito las situaciones complicadas será el aprendizaje que brindemos a los niños y niñas, acompañándoles en el enfrentamiento de sus miedos y manías.

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